Sentado con mi lápiz en la mano y mi mágico cuaderno de escritos, el viento soplando de manera irreal y una llovizna infame comencé a escribir. Ya pasadas unas horas todavía no acababa y mi mano ya me gritaba que parase, pero no le hice caso y continé un poco mas hasta que ésta desmayó, trate de ayudarla de todas las maneras posibles, su suerte no parecia cambiar, seguía inmóvil e indefensa, pero era imposible, falleció.